El amor al eslabón más débil de una cadena mística que une la Tierra con el Cielo
El primado de Pedro y su infalibilidad
son las garantías de la invencibilidad de la Iglesia, de modo que se
puede ver en el Papa la expresión de la unidad y verdad eclesiales.
Pero, ¿la sujeción a la autoridad suprema de un hombre no representaría
una humillación para todos los fieles?
A esta pregunta le da una luminosa
repuesta un líder católico de proyección internacional, quien tuvo dos
de sus numerosos libros elogiados por la Santa Sede: el brasileño Plinio
Corrêa de Oliveira (1908-1995). El amor por su condición de súbdito del
Papa, como católico, era uno de los principales rasgos de su
personalidad, y no perdía una oportunidad para manifestarlo. Porque tal
sumisión al Romano Pontífice, lejos de ser humillante, es motivo de
elevación y alegría para todo el género humano.
En cierta ocasión afirmó este insigne
intelectual que así como todos los relojes de la Tierra necesitan
regirse por la hora solar, de la misma manera los católicos deben
orientarse por otro “sol”: la infalibilidad pontificia, en la que pueden
depositar toda su confianza.
De hecho, la razón humana —penetrada por
el pecado original— está sujeta a todo tipo de incertidumbres y errores,
de los que nacen el caos y la discordia. Por ello, concluía Plinio
Corrêa de Oliveira, el Papa, infalible en virtud de la asistencia del
Espíritu Santo y con el poder de jurisdicción in universo orbe, es el
punto de referencia indispensable para guiar a la razón humana en
función de la Fe.
Fuente: (P. Eduardo Caballero Baza, EP; Revista Heraldos del Evangelio, Feb/2011, n. 110, pag. 18 a 25)
Comentarios