Se inauguró en Bogotá el Congreso Internacional ‘Juan Pablo II el Magno’



Bogotá (Viernes, 19-02-2010, Gaudium Press) En la mañana de hoy, en el Gran Salón del Club El Nogal, dio inicio el Congreso Internacional "Juan Pablo II el Magno", evento auspiciado por la Universidad Sergio Arboleda de Colombia. Tras el saludo inicial por parte del rector de la Universidad, Dr. Rodrigo Noguera, y del ex-presidente de Colombia Belisario Betancur -quien ejercía como mandatario cuando Juan Pablo II visitó el país en 1986- intervino el cardenal Stanislaw Dziwisz arzobispo de Cracovia y quien durante casi 40 años fuera secretario del fallecido pontífice polaco. Se encontraban presentes también el cardenal Pedro Rubiano Saénz, primado de Colombia, y Mons. Rubén Salazar, presidente de la Conferencia episcopal de este país.

Tras un breve saludo en su lengua nativa, el Cardenal Dziwisz se dirigió a los presentes en un perfecto español.

"Durante casi 27 años Juan Pablo II fue el péndulo de nuestro tiempo", afirmó el purpurado refiriéndose al número de años que duró su pontificado. Entretanto, Dios lo había preparado para tan altísima dignidad en el camino: "Había conocido de cerca los sistemas totalitarios. En la Segunda Guerra fue testigo de la locura del Nacionalsocialismo" y "como sacerdote, obispo y cardenal, conoció la verdadera cara del comunismo -inspirado en el marxismo-leninismo- que no fue la libre elección de los polacos, sino la imposición del ejército rojo, que librando al país del régimen nazi, lo sometió al yugo del comunismo".

Juan Pablo II siempre asumió para sí la opción preferencial por los pobres, una opción que sin embargo no era exclusiva ni discriminatoria de otros segmentos de la sociedad. Entretanto, su experiencia de vida le permitió un abordaje clarividente de hechos como la teología de la liberación, la cual, al ser inspirada en principios marxistas, "no podía aceptar que se convirtiese en fuente de reflexión teológica para la cura de los problemas contemporáneos. El sabía que la cura era peor que la enfermedad".

"En lugar de la lucha de clases promovía la solidaridad. Solía decir que jamás los unos contra los otros, sino siempre los unos con los otros". "Al cabo de diez años [de pontificado] Polonia recobraba su libertad, y ayudaba a otros países de Europa del Este a liberarse del yugo comunista", expresó el purpurado.

No era un revolucionario, no era un político, sólo quería conducir las personas a Dios

Para los sufrientes, para el mundo, Juan Pablo II siempre tenía a Quien presentar: "En el centro de su predicación estaba siempre Jesucristo el mismo ayer, hoy y siempre". "El Papa no era un revolucionario, no era político, tenía ambiciones mucho más amplias: su enseñanza tenía una dimensión religiosa, quería conducir las personas a Dios." Entretanto, es claro, que hablar de derechos, hablar de libertad "tenía su dimensión política y se escuchaba peligroso para las dictaduras".

Según el Cardenal Dziwisz, la mística impregnaba toda la vida de Juan Pablo II: "Su misticismo era de oficio, un misticismo de servicio a las personas y a la Iglesia. Una persona santa tiene credibilidad, una persona santa se convierte en la sal de la tierra, se convierte en una luz que alumbra los caminos de la gente: así era el Siervo de Dios Juan Pablo II".

Tras la caída del muro de Berlín

Para el que fuera secretario de Juan Pablo II, el fallecido pontífice avizoró con luz profética los peligros que se cernían sobre un mundo post-comunista secularizado. Si bien el totalitarismo comunista se encontraba en franco descrédito después de la caída del muro de Berlín, unas democracias sin valores empiezan a recorrer la pendiente que las lleva a la dictadura: "Tras la caída del comunismo existe un riesgo de la alianza entre democracia y relativismo ético, que quita a la conciencia civil de cualquier punto de referencia ética, despojándola de la posibilidad del reconocimiento de la verdad." " ‘Una democracia sin valores se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto como demuestra la historia', escribía el Papa", expresó el Arzobispo de Cracovia.

Un figura que crece con el paso de los días, un místico

"A medida que nos alejamos del día de su muerte, en nuestra conciencia se refuerza cada vez más el convencimiento de su santidad, era un hombre de Dios" declaraba con alegría el purpurado. "Vivía con Dios y para Dios; sin duda era un místico sumergido en el misterio. Desde la época más temprana tenía la costumbre de escribir sus textos más importantes en la capilla".

Entretanto, su profunda relación con Dios no lo alejaba de la gente: "Vivía con Dios y Dios lo conducía a las personas. Era capaz de ocuparse por igual de todo tipo de asuntos, grandes o pequeños". "Le gustaba permanecer a solas con Dios, pero con igual entusiasmo se acercaba a la gente tanto en Roma como en sus viajes", afirmó.

El cardenal Dziwisz concluyó su intervención agradeciendo una vez más a los promotores del Congreso, y augurando éxitos en la promoción y difusión del pensamiento y obra de Juan Pablo II.

Gaudium Press / S. C.

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