Benedicto XVI presidió la Dedicación del Altar de la Catedral de Albano




“Este altar, sobre el que dentro de poco se renovará el sacrificio del Señor, sea para vosotros una invitación constante al amor”

El Domingo 21 de septiembre, el Santo Padre Benedicto XVI se dirigió a Albano para la Celebración de la Santa Misa y la Dedicación del Altar de la Catedral, cuya área presbiteral ha sido renovada. Inspirándose en la primera lectura de la Celebración Eucarística, la narración de la purificación del Templo y de la dedicación del nuevo altar de los holocaustos, motivo de gozo y alegría, Benedicto XVI afirmó: “Cuánto más grande, queridos hermanos y hermanas, debe ser nuestra alegría sabiendo que sobre el altar, que nos disponemos a consagrar, cada día se ofrecerá el sacrificio de Cristo; sobre este altar Él se seguirá inmolando, en el sacramento de la Eucaristía, por nuestra salvación y la del mundo entero. En el Misterio eucarístico, que se renueva en cada altar, Jesús se hace realmente presente. La suya es una presencia dinámica, que nos aferra para hacernos suyos, para asimilarnos a sí; nos atrae con la fuerza de su amor haciéndonos salir de nosotros mismos para unirnos a Él, haciendo de nosotros una sola cosa con Él”.
Siguiendo con la homilía, el Pontífice recordó que “la presencia real de Cristo hace de cada uno de nosotros su ‘casa’, y todos juntos formamos su Iglesia, el edificio espiritual del que habla también San Pedro… Es así el amor de Cristo, la caridad que ‘no acabará nunca’ (1Cor 13,8), la energía espiritual que nos une a cuantos participan al mismo sacrificio y se nutren del único Pan partido para la salvación del mundo. ¿Es, en efecto, posible entrar en comunión con el Señor, si no entramos en comunión entre nosotros? ¿Cómo entonces presentarnos al altar de Dios divididos, alejados los unos de los otros? Este altar, sobre el que dentro de poco se renovará el sacrificio del Señor, sea para vosotros una invitación constante al amor; a él os acercaréis siempre con el corazón dispuesto a acoger el amor de Cristo y a difundirlo, a recibir y a conceder el perdón”.
El pasaje evangélico proclamado en la Santa Misa (cf Mt 5,23-24) constituye un apremiante llamado a la reconciliación fraterna, “reconciliación indispensable para presentar dignamente la oferta en el altar; una invitación que retoma la enseñanza bien presente ya en la predicación profética”, subrayó el Papa, que exhortó: “Cada vez que os acercáis al altar para la Celebración eucarística, se abra vuestro animo al perdón y a la reconciliación fraterna, dispuestos a aceptar las excusas de cuantos os han herido y dispuestos, por vuestra parte, a perdonar”.
En la segunda lectura, tomada del Apocalipsis, San Juan presenta un fragmento de la liturgia celeste, así para nosotros “el altar del sacrificio se convierte, en un cierto modo, en el punto de encuentro entre Cielo y tierra; el centro, podríamos decir, de la única Iglesia que es celeste y al mismo tiempo peregrina sobre la tierra, donde, entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios, los discípulos del Señor anuncian su pasión y su muerte hasta su regreso en la gloria”.
Refiriéndose a la belleza de la Catedral, renovada y reestructurada, el Pontífice puso en evidencia la importancia de que toda la Comunidad diocesana la cuide y crezca “en la caridad y en la entrega apostólica y misionera”. “Se trata asimismo – continuó Benedicto XVI – de cultivar la comunión eclesial que es ante todo un don, una gracia, fruto del amor libre y gratuito de Dios, algo divinamente eficaz, siempre presente y operante en la historia, más allá de toda apariencia contraria. La comunión eclesial es, sin embargo, también una tarea confiada a la responsabilidad de cada uno. El Señor os conceda vivir una comunión cada vez más convencida y activa, en la colaboración y en la corresponsabilidad a todo nivel: entre presbíteros, consagrados y laicos, entre las diversas comunidades cristianas de vuestro territorio, entre las varias agregaciones laicales”.

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