1 de mayo día Internacional del Trabajo y San José Obrero


Mons. Hugo Morera Barrantes, Arzobispo de San José
HOMILÍA EN EL DÍA INTERNACIONAL DEL TRABAJO
TEMPLO DE LA MERCED
1 DE MAYO DEL 2008


1.- El trabajo como participación en la obra del Creador

El párrafo del Génesis ( Gen. 1,26-2,3 ) que hemos proclamado nos presenta al ser humano no como una escultura estática, ni como un esclavo, sino como un ser semejante a su Creador, creado para compartir con Dios el dominio de la creación. Su tarea será controlar, completar y enriquecer las fuerzas que el Hacedor sembró en el universo. Precisamente la “creatividad humana” el abrir nuevos caminos, da un sentido de plenitud, de realización personal que permite desarrollar la semejanza con el Dios creador.

En la Revelación está inscrita profundamente esta verdad fundamental, que el ser humano, según la medida de sus propias posibilidades, en cierto sentido, continúa desarrollando y completando la obra del Creador, avanzando cada vez más en el descubrimiento de los recursos y de los valores encerrados en todo lo creado.

2.- El ser humano: tutor de la creación.

Pero, a la vez el ser humano tiene un puesto de responsabilidad central, pues sólo él está autorizado para intervenir en la creación y al mismo tiempo obligado a su conservación. Su comportamiento debe ser conscientemente protector y responsable hacia la naturaleza. El ser humano no es dueño, sino mero gestor, administrador de la creación de Dios.

El genuino progreso humano implica siempre la defensa del medio ambiente. Si el ser humano acaba con la naturaleza, la naturaleza degradada puede acabar con el mismo ser humano.

El siguiente texto de Juan Pablo II resume de modo admirable el tema que nos ocupa: “El hombre, impulsado por el deseo de tener y de gozar, más que de ser y de crecer, consume de manera excesiva y desordenada los recursos de la tierra y su misma vida. En la raíz de la insensata destrucción del ambiente natural hay un error antropológico, por desgracia muy difundido en nuestro tiempo. El hombre que descubre su capacidad de transformar y, en cierto sentido de “crear” el mundo con el propio trabajo, olvida que éste se desarrolla siempre sobre la base de la primera y originaria donación de las cosas por parte de Dios. Cree que puede disponer arbitrariamente de la tierra, sometiéndola sin reservas a su voluntad como si ella no tuviese una fisonomía propia y un destino anterior dados por Dios y que el hombre puede desarrollar ciertamente, pero que no debe traicionar. En vez de desempeñar su papel de colaborador de Dios en la obra de la creación, el hombre suplanta a Dios, y con ello provoca la rebelión de la naturaleza, más bien tiranizada que gobernada por él” ( Centesimus Annus No. 37 ). La solución del problema de los deshechos sólidos y el cuidado de los mantos acuíferos en la gran área metropolitana (GAM) exigen una respuesta pronta y cumplida.

3.- Cristo, el hombre del trabajo

El texto del Evangelio (Mt. 13, 54-58) que hemos escuchado nos muestra la dignidad del trabajo, en la condición misma de Jesús, hombre de trabajo.

“Esta verdad, según la cual a través del trabajo el hombre participa en la obra de Dios, su Creador, ha sido particularmente puesta de relieve por Jesucristo…. En efecto, Jesús no solamente lo anunciaba, sino que ante todo, cumplía con el trabajo el "evangelio" confiado a él, la palabra de la Sabiduría eterna. Por consiguiente, esto era también el "evangelio del trabajo", pues el que lo proclama, él mismo era hombre del trabajo, del trabajo artesano al igual que José de Nazareth”. ( L. E. 26 ) La vida de Cristo pertenece al "mundo del trabajo", tiene reconocimiento y respeto por el trabajo humano; se puede decir incluso más: él mira con amor el trabajo, sus diversas manifestaciones, viendo en cada una de ellas un aspecto particular de la semejanza del hombre con Dios, Creador y Padre.

Por otra parte, los mismos textos del Evangelio resaltan el valor del trabajo creativo y emprendedor. Como sucede en la parábola de los talentos (Mt. 25, 14-30). Dos servidores buenos y prudentes duplicaron el capital que el Señor les había confiado; el tercero, por miedo entierra el dinero en un pozo y se hace merecedor de la reprimenda del amo. Aquí se trata de bienes espirituales, pero se puede aplicar la parabola a la responsabilidad de un trabajo fecundo y a la altura de nuestras capacidades.

4.- El Trabajo como forma de realización del proyecto personal de felicidad, que encuentra un escenario privilegiado en el núcleo familiar


Afirma el Concilio Vaticano II: “Pues el trabajo humano (…) Es para el trabajador y para su familia el medio ordinario de subsistencia; por él el hombre se une a sus hermanos y les hace un servicio, puede practicar la verdadera caridad y cooperar al perfeccionamiento de la creación divina. No sólo esto. Sabemos que, con la oblación de su trabajo a Dios, los hombres se asocian a la propia obra redentora de Jesucristo, quien dio al trabajo una dignidad sobreeminente laborando con sus propias manos en Nazaret. De aquí se deriva para todo hombre el deber de trabajar fielmente, así como también el derecho al trabajo. Y es deber de la sociedad, por su parte, ayudar, según sus propias circunstancias, a los ciudadanos para que puedan encontrar la oportunidad de un trabajo suficiente. Por último, la remuneración del trabajo debe ser tal que permita al hombre y a su familia una vida digna en el plano material, social, cultural y espiritual, teniendo presentes el puesto de trabajo y la productividad de cada uno, así como las condiciones de la empresa y el bien común” (G.S. 67).
Como puede verse, el magisterio conciliar es muy claro, el trabajo, además de su papel macro en las economías nacionales, posee otra dimensión micro, casi íntima, que se ve reflejada en la vida de las familias. Por cuanto debe ser de tal naturaleza, que permita junto al sustento, tener la posibilidad de reposar y descansar de tal modo, que se puedan cultivar también todas las demás dimensiones de la vida: la cultura, el deporte, la recreación.

Llegados a este momento en nuestra reflexión, se puede decir que el trabajo presenta cuatro finalidades íntimamente unidas, que ya encontramos, de cierta manera al inicio, en la narración del Génesis: el dominio y perfeccionamiento del mundo, el servicio a los demás hombres comenzando por la propia familia, el crecimiento integral del trabajador, y la gloria de Dios por su identificación con Cristo.

Sin duda el efecto principal del trabajo es el aspecto subjetivo. De ahí la prioridad del trabajo sobre el capital, la necesidad de no tratar nunca al trabajador como cosa, como “mercancía”, como mera fuerza de trabajo.

5.- El Trabajo, fuente para el bienestar familiar integral: solo a través de salarios justos

Sin embargo, toda esa integralidad del bienestar familiar, será imposible si no tienen los trabajadores salarios justos, que sean capaces de poner al alcance de las familias, el pago de todos los bienes y servicios indispensables para su bienestar.

El querido Juan Pablo II lo afirmaba de esta manera en una de sus encíclicas

“El problema-clave de la ética social es el de la justa remuneración por el trabajo realizado. No existe en el contexto actual otro modo mejor para cumplir la justicia en las relaciones trabajador-empresario que el constituido precisamente por la remuneración del trabajo… la relación entre el empresario (principalmente directo) y el trabajador se resuelve en base al salario: es decir, mediante la justa remuneración del trabajo realizado” (L.E. 19).
Las palabras del Papa son extraordinariamente actuales, la verificación de la justicia o no de un sistema socio-económico, descansa fundamentalmente en la existencia de salarios justos, y estos consisten básicamente en un ingreso que sea suficiente para fundar y mantener dignamente una familia y asegurar su futuro.


Sin embargo constatamos con creciente preocupación, que en Costa Rica, y según los mismos datos oficiales del Instituto de Estadísticas y Censos, el salario promedio de la población económicamente activa, ronda los 250.000 colones o $ 500, cantidad de dinero abiertamente insuficiente para garantizar el satisfactorio cumplimiento del concepto de salario familiar o salario justo, particularmente si pensamos en la difícil coyuntura económica que tiene el país por delante. No en vano el Señor Presidente, declaraba recientemente que nos vamos a enfrentar a tiempos de “vacas flacas”, en los que incluso vislumbraba un repunte de la pobreza. Es por ello fundamental, prever lo anterior y establecer mecanismos de justa compensación, de modo que no sigan perdiendo los salarios su capacidad adquisitiva.


6.- Patrones de Consumo.


Por otra parte, conviene también que la totalidad de la ciudadanía considere que la crisis económica por la que atraviesa el mundo y cuyos efectos comenzamos a sentir también en Costa Rica, debe hacernos caminar hacia patrones de consumo cada vez más responsables: es necesario que jerarquicemos nuestras necesidades de modo que se priorice el “bien ser” sobre el “bien estar”. Este consumo responsable, hará que no pasemos por apuros económicos y de paso, brindaremos una ayuda al planeta, puesto que a menos consumo, menos contaminación.

El Documento de Aparecida (No. 56) aborda el tema del afán de consumo como un fenómeno de cambio socio cultural.


“La avidez del mercado descontrola el deseo de niños, jóvenes y adultos. La publicidad conduce ilusoriamente a mundos lejanos y maravillosos, donde todo deseo puede ser satisfecho por los productos que tienen un carácter eficaz, efímero y hasta mesiánico. Se legitima que los deseos se vuelvan felicidad. Como sólo se necesita lo inmediato, la felicidad se pretende alcanzar con bienestar económico y satisfacción hedonista”.

Para muchos de nosotros esto ha significado pasar de la sencillez y austeridad propias del costarricense para ir en búsqueda del lujo y la apariencia, lo que ha llevado, en no pocos casos, a un endeudamiento irresponsable.


7.- El Trabajo: fuente para la construcción de Sociedades justas

El último informe del Estado de la Nación, nos advierte sobre el creciente deterioro del Coeficiente de Gini, indicador que nos advierte que estamos edificando una sociedad cada vez más desigual.

Algunos sectores de la población, reflejan particularmente esta situación. Me refiero a los agricultores, para quienes no ha habido políticas claras y permanentes desde hace muchos años. Este aspecto en particular reviste especial importancia en esta coyuntura histórica, en la que incluso potencias como Estados Unidos e Inglaterra se han visto obligadas a racionar el consumo de arroz. Se hace indispensable reactivar el cultivo de granos básicos, con el fin de asegurar el abastecimiento permanente de nuestra población, más allá de las crisis globales; pienso en las concentraciones de población migrante donde no ha sido posible ejecutar políticas reales de integración; pienso en las personas adultas mayores, cada vez más en número, pero cada vez menos sensible el país y menos enterado, de cómo hacerle frente al reto del envejecimiento de amplias capas de la población; pienso en las personas con discapacidad para quienes la aplicación de la Ley 7600 continúa siendo un sueño deseado.

8.- Conclusión:

El Papa Juan Pablo II, en la Centesimus Annus (7) destaca el derecho natural del hombre a crear asociaciones profesionales de empresarios y obreros o de obreros solamente. La finalidad de las organizaciones del mundo del trabajo es luchar por la justicia social y por los derechos de los hombres de trabajo. Sabemos que el trabajo, el salario y las oportunidades son los mejores indicadores de sociedades justas. Encomiendo a todos, especialmente a los dirigentes de las organizaciones mencionadas, la tarea de analizar, de la mejor forma, estos tres temas, teniendo como espejo la justicia, de modo que emprendamos las reformas necesarias, de cara a construir un país más equitativo.

Ante la crisis que nos amenaza, ante un posible aumento de la pobreza, el Estado no puede renunciar a continuar implementando sólidas políticas sociales. La solución a este problema vendrá, sin duda, por el camino de la solidaridad y el diálogo social. En las páginas de nuestra historia democrática hay constancia del puesto ocupado por los sindicalistas, cooperativistas y solidaristas en las luchas por establecer el recto orden social. Hoy no pueden faltar a la cita para promover el bien legítimo de las mayorías del país.

También la Arquidiócesis de San José quiere poner su grano de arena en esta tarea. Hace varios años esta Iglesia particular, a través de su Vicaría Episcopal de Pastoral Social, ha activado sólidos procesos de concertación comunitaria, orientados a la búsqueda colectiva de soluciones, en el entendido que son las propias comunidades las gestoras de su desarrollo. La Escuela Social Juan XXIII, durante más de 35 años viene promoviendo el diálogo y el entendimiento solidario entre trabajadores y patronos, con el fin de verificar el bienestar integral de ambos. Las parroquias de la Arquidiócesis y muchas organizaciones de inspiración católica diariamente sirven de sostén a menesterosos, personas en riesgo social y familias en pobreza.

En este momento todas las organizaciones de la sociedad debemos continuar unidos, para que, mediante un renovado esfuerzo solidario y a través del diálogo, logremos construir una Costa Rica en paz y justicia.
Que San José Obrero Interceda por nosotros

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