Indulgencias no deben dividir católicos protestantes
Las indulgencias en la Iglesia Católica actual no tiene nada que ver con las del siglo XVI que propiciaron la Reforma protestante, dijo el cardenal Walter Kasper, que precisó que sólo se trata de una ayuda para la penitencia de cada cristiano y que no deben dividir a católicos y protestantes.
Kasper, que es presidente del Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos, así lo manifestó en un artículo que publica hoy el diario vespertino vaticano “L’Osservatore Romano”, en el que comenta las críticas protestantes por las indulgencias plenarias concedidas por Benedicto XVI con motivo del actual Año Paulino, en conmemoración de los dos mil años del nacimiento de San Pablo.
El cardenal manifestó que todavía para muchos cristianos indulgencia y ecumenismo “parece que no pueden estar de acuerdo” y que las controversias por las indulgencia que dieron lugar a las tesis de Lutero en 1517, de las que surgió la Reforma Protestante, propiciaron “un trauma cuyos efectos todavía se perciben”.
Tras señalar que la “irritación” evangélica “por la persistente práctica católica” de las indulgencias “es también comprensible”, el cardenal manifestó que hoy en día “no se puede poner en duda que las indulgencia, por lo menos en la práctica, no son como las del siglo XVI”.
Kasper precisó que la práctica de la indulgencia sólo se comprende si va ligada con el sacramento de la penitencia, “ya que se trata de un oferta de ayuda pastoral y misericordiosa de la Iglesia para la penitencia de cada cristiano”.
Según el cardenal, aunque la práctica de la indulgencia llevó a la división de la iglesia en Occidente tiene “muchos más elementos comunes (entre católicos y protestantes) de los que parece, ya que la indulgencia recuerda la necesidad de salvación y que esta puede realizarse sólo a través de Jesucristo”.
La indulgencia es la reducción o eliminación de las penas que derivan de haber cometido un pecado y que puede ser obtenida en determinadas condiciones siempre que se esté en estado de gracia.
Aparecen por primera vez en 1091 y permitían conmutar la penitencia por obras públicas, como la construcción de iglesias.
Los papas Alejandro II y Urbano II la ofrecieron a todos aquellos que participaban en las cruzadas y Bonifacio VIII, el Papa que convocó el primer jubileo en 1300, las relacionó con este año santo.
Contra la degeneración comercial de las indulgencias en la Iglesia Católica se levantó Lutero.
Tras la reforma de esta práctica, el Vaticano considera que el propósito de la indulgencia es además de ayudar a los fieles a descontar las penas del pecado a impulsarles a realizar acciones de piedad, de penitencia y de caridad.
Asimismo, para que no queden dudas y superar la mala fama comercial que las acompañaba, el Vaticano ha insistido en varias ocasiones en que no se cobra por una indulgencia.
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