Benedicto XVI pide que el amor gobierne el cuidado de los niños enfermos


El Papa Benedicto XVI reflexionó sobre la atención a los niños enfermos y aseguró que estos “pequeños pacientes” deben ser tratados con todo el amor y cuidado incluso antes de nacer.

El Santo Padre pidió buscar el justo equilibrio entre curación sin ensañamiento, garantizar la comunicación con las familias y asegurar la solidaridad cuando la enfermedad de un niño es consecuencia de las múltiples caras de la miseria.

“Al niño se le debe el máximo respeto”, precisó el Papa aludiendo a la antigua máxima de poeta latino Juvenal ante los expertos que han participado en la XXIII Conferencia Internacional del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud que este año tuvo como tema la Pastoral de los niños enfermos”.

El Papa reconoció que los progresos de la medicina han permitido mejorar las condiciones de muchos niños enfermos, pero advirtió que “la investigación médica se encuentra actualmente frente a opciones difíciles cuando se trata, por ejemplo, de llegar a un justo equilibrio entre insistir o desistir terapéuticamente para asegurar aquellos tratamientos adecuados a las reales necesidades de los pequeños pacientes, sin ceder a la tentación de experimentar con ellos”.

“No es superficial recordar que en el centro de toda intervención médica debe estar siempre el compromiso del verdadero bien del niño, considerado en su dignidad de sujeto humano con plenos derechos”, indicó.

En este sentido, aseguró que desde antes de nacer, pues, un niño que sufre a causa de una enfermedad debe estar siempre asistido “con amor”, asegurándole que tenga una comunicación constante con los familiares.

“El aspecto sanitario y el aspecto humano no van nunca disociados, y toda estructura asistencial y sanitaria, especialmente si está animada por un genuino espíritu cristiano, tiene el deber de ofrecer lo mejor en cuanto a competencia profesional y humanidad. El enfermo, especialmente si es un niño, comprende el lenguaje de la ternura y del amor, expresado por medio de un servicio atento, paciente y generoso, animado en los creyentes por el deseo de manifestar la misma predilección que Jesús tiene por los niños”, indicó.

Finalmente, hizo un llamado a tener un corazón siempre más abierto ante el sufrimiento de los pequeños.

“Pienso sobre todo en los pequeños huérfanos o abandonados a causa de la miseria y la disgregación familiar; pienso en los niños víctimas inocentes del SIDA o de la guerra y de tantos conflictos armados actualmente en distintas partes del mundo; pienso en la infancia que muere a causa de la miseria, la sequía y el hambre. La Iglesia no olvida a estos sus hijos más pequeños y si, por un lado, aplaude las iniciativas de las naciones más ricas para mejorar las condiciones de su desarrollo, por otro, advierte con fuerza el deber de invitar a prestar una atención mayor a estos hermanos nuestros, para que gracias a nuestra coral solidaridad puedan mirar la vida con confianza y esperanza”, señaló.

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